24 ago 2009

Solos, allá afuera

Llegan dos tipos y olímpicamente nos quitan un montón de cosas a Clau y a mi -afortunadamente, casi todas recuperables con el cochino dinero. Quince segundos bastaron para ingresar a la estadística de robo con violencia en la ciudad. A un mes de distancia, todavía no decido bien pero casi estoy seguro: lo peor de que te roben es darte cuenta que, como ciudadano, estás completamente solo allá afuera.

Ir al ministerio público y darte cuenta que a nadie le interesa lo que te robaron y nadie hace nada por buscarlo -mientras llenaba mi declaración, se me acerca el MP y me dice con fastidio: "¿Para qué pone dinero en efectivo entre los objetos robados? ¡Sólo ponga lo que va a poder reclamar!".

Ir al módulo de policía local y que el oficial comience diciendo: "No, si yo no estaba ese día de turno..." y termine recomendándote, entre afectivo y reclamo: "Pero es que cuídese, joven..."

Solos allá afuera, en la calle mugrienta y sin luz. Confiados en la buena voluntad de la gente. Seas quien seas, estás expuesto a que cualquiera pueda robarte, matarte, etceterearte, y lo más seguro es que nunca nadie haga nada por ti -y mucho menos justicia, wathever that means.

No vivo en miedo permanente, al menos no todavía; por lo que vi y oí en el MP, la verdad es que tuvimos suerte. Pero ahora vivo con la espantosa conciencia de que estamos solos.

Y esto no puede, no debería ser así.

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