7 dic 2009

Escribir, esa insoportable tarea.

Cada vez que intento escribir, los setecientos mil libros de la Biblioteca de Alejandría pesan sobre mi pluma. El peso de la hoja en blanco previa a este texto me resulta casi insoportable.

Escribir, por ejemplo (y eso fue paráfrasis):

"Tengo frío", dijo él.

"Debo ser yo", dijo ella.

Ya no hubo más qué decir.

Listo. Pero la que (me) parecía una idea luminosa se torna simpleza al releerla. Tomo la goma y la hoja queda otra vez blanca. Detrás de ella, me observan un grupo de ancianos nada benevolentes (reconozco sólo a Shakespeare por el adorno en el cuello, a Óscar Wilde, a Cortázar porque es muy alto y a Carlos Cuauhtemoc Sánchez, porque es el único que sonríe. Luego los demás lo descubren y se va).

Mi consuelo de tontos es que, de acuerdo con lo que he leído, mientras más fácil te parece escribir más lejos estás de hacerlo bien. Para este mal, Hemingway recetaba: “A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos”. Pero yo no tengo más que libros de otros, y mientras más vorazmente los leo, conforme al consejo de Carlos Fuentes, más blanca me parece la hoja de papel. Y los viejos ahí, observándome.

Escribir, dice también Fuentes en un decálogo del cual no logré comprobar su autoría, es un acto solitario y a veces aterrador. Pero en realidad no estás solo; la historia de papel te observa, estás solo pero frente a toda la historia escrita. Escribir es redundancia, sobre todo después de La Odisea, de Los Mosqueteros, de La Insoportable, de Par de Reyes, por decir sólo las que me acuerdo.

Parece que la forma más fácil de escribir es haciendo tabula rasa de la historia y buscando un grupo de amigos complacientes, si es posible que también aspiren a escribir. Este grupo puede ser desde un coro parroquial hasta Nueva York, como explicaba Hemingway: “Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras… Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella”.

Este espectáculo entomológico puede observarse en casi cualquier disciplina artística; y con mucha mayor frecuencia en el ahora omnipresente Internet, donde con unos cuantos clics se puede obtener un compacto público de amigos imaginarios. En México leemos en promedio dos libros por año, pero hay más de 4 millones de personas que escriben sobre su vida, pensamientos e ilusiones en Internet. Afortunadamente para la humanidad, las hojas son electrónicas.

Evitar pues, la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de pederastia, el suicidio. Pero don Borges tenía una biblioteca propia para hacer contrapeso a la de Alejandría; podía darse el lujo de escribir estas cosas y dejarnos escribiendo interminables análisis sobre por qué la pederastia y no el estupro o el incesto. Con todo, seguramente hubo textos que nunca deseó escribir, y ese es otro de los miedos que representa la hoja blanca; la posteridad involuntaria. Por respeto elemental, los textos póstumos no deberían existir; recordemos La voluntad de poder, donde una administradora hermana conjuntara malamente textos salidos de la pluma de Nietszche… pero de la autoría de otros. Incluso intercaló algunos antisemitismos a su gusto. En la modesta esfera personal, nada más aterrador que pensar en un texto propio que sea leído frente a una clase de la Facultad sin las correspondientes cuatro o cinco horas de autocensura, después de la cual quedan apenas un par de hojas llenas de entrecomillados.

Al final, no encuentro respuestas en los muchos textos-recetas para enfrentar a la hoja blanca. Tal vez he confundido, a lo largo de las 3 últimas páginas, el escribir sobre literatura con escribir literatura –cosa en la que no soy el primero ni el último. En todo caso, hay recomendaciones que aplican para ambas. Cervantes (en otra cita sin comprobar) sugería que no es la mano, si no la comprensión del hombre la que debería escribir. De convertirse en una regla, habría más cuentos extraordinarios y menos trabajos escolares sobre el ensayo, por mencionar un ejemplo.

(Y los viejos siguen mirando, a través de la hoja.)

5 nov 2009

Ser quien soy

Cómo me gustaría ser el personaje que finjo ser todos los días; ese que todo el mundo cree que soy, como me presento, como me conocen, como actúo, como contesto el teléfono, como firmo, como escribo, como me veo, como pienso. Como soy, pues.

Nada más yo no me creo.

25 oct 2009

Silencio

Sentado sobre mesa prestada, escribo estas líneas entre silencio absoluto. La inspiración es poca y estoy a punto de no tener más que decir.

Mientras, el caos avanza allá afuera.

6 oct 2009

Me persigue su voz

He agregado una más a mi lista de obsesiones pasajeras. Conseguí unos audios de Julio Cortázar leyendo sus obras (hay varios acá). Tenía un simpático sonsonete, con voz de viejito cansado ya. Hasta ahi todo bien.

Pero ahora resulta que cuando leo uno de sus libros, inmediatamente comienzo a oir su voz en mi cabeza. No hay remedio. Es como si al mismo tiempo Julio leyera en voz alta, con su español que tiene la erre como .

Y no está mal; la verdad es que tiene buen ritmo. Pero está un poco de locos que, cuando empiezo a leer "Aplastamiento de las gotas", por ejemplo, la voz de Julio comience a perseguirme. Hagan ustedes mismos la prueba.

Primero den click en este link. Una vez que haya cargado, comiencen a leer simultáneamente

Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío.

Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.

Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

Y ahora traten de leer cualquier otro texto de Julio. Verán que, aunque ya no estén oyendo la lectura, la voz los perseguirá -como a mi.

PD. Si se les hace que ya habían leido antes "El aplastamiento de las gotas", es cierto. Venía en el libro de segundo de primaria.

Offline Social Optimization

Ayer platicábamos Clau y yo cómo cada vez es más difícil crear tu red social offline; esa que se hace interfase humano-humano. Las relaciones humanas, pues. Cuando de repente una compañerita, lo más quitada de la pena, me dice: "A mi los capítulos finales de Rayuela no me gustaron, son como inútiles" inmediatamente apreté el botón Bloquear y Negar acceso a mi perfil.

Hace un rato que no le cuento a nadie de mis gustos, ni mucho menos comparto fotos en reuniones, ni juego juegos de mesa, contesto chismógrafos o mando telegramas para decir qué estoy haciendo. Tampoco publico nada en mi propia revista. El Internet -y el miedo a lo desconocido- te convierte en un antisocial offline.

25 ago 2009

Treinta y trés

Este 23 de agosto, inesperadamente, fue un dia harto memorable para mi por razones variopintas. Por ejemplo, justo una semana antes cumplí 33, felices debo decir, años. Parece que fue ayer...

Justo el 23 de agosto hace un mes de que nos robaron el coche -y la laptop, el celular, las cosas de Clau, el iPod, la cartera, el dinero del depto y la poquísima esperanza que nos quedaba. En los primeros días de rabia, pensé en escribir a diario en este blog la miseria que implica visitar 4 veces el MiniHisterio Público, pelearse con el ya-no-tan-amable seguro, recuperar todos los documentos, credenciales, comprar las cosas que traíamos.... pero ni tiempo tuve. Anímicamente estamos recuperados, gracias; pero es terrible darte cuenta que estamos solos allá afuera.

Justo el 23 de agosto también, hace 10 años, comencé a trabajar "en el medio" comuni-publici-mercadológico. ¿Lo mejor? La gente. Lo peor... igual. Lo demás es un trabajo como cualquiera, aunque sospecho que un poco más matado y divertido.

Justo el 23 de agosto, hace 13 años, organizamos en mi casa una fiestecilla para mi sobrino, que cumplía 1 añito en medio de una pequeña tragedia familiar. No sé por qué, pero casi puedo ver su carita, su pastelito, mi madre organizando a sus nuevos amiguitos cantando las mañanitas. Se me mezcla ese recuerdo con una foto perdida, de mi propio primer cumpleaños.

Total, que raramente me puse a recordar y quise compartirlo con los pocos lectores.
Otra vez, el blog como diván; muchas gracias por la consulta.

24 ago 2009

Solos, allá afuera

Llegan dos tipos y olímpicamente nos quitan un montón de cosas a Clau y a mi -afortunadamente, casi todas recuperables con el cochino dinero. Quince segundos bastaron para ingresar a la estadística de robo con violencia en la ciudad. A un mes de distancia, todavía no decido bien pero casi estoy seguro: lo peor de que te roben es darte cuenta que, como ciudadano, estás completamente solo allá afuera.

Ir al ministerio público y darte cuenta que a nadie le interesa lo que te robaron y nadie hace nada por buscarlo -mientras llenaba mi declaración, se me acerca el MP y me dice con fastidio: "¿Para qué pone dinero en efectivo entre los objetos robados? ¡Sólo ponga lo que va a poder reclamar!".

Ir al módulo de policía local y que el oficial comience diciendo: "No, si yo no estaba ese día de turno..." y termine recomendándote, entre afectivo y reclamo: "Pero es que cuídese, joven..."

Solos allá afuera, en la calle mugrienta y sin luz. Confiados en la buena voluntad de la gente. Seas quien seas, estás expuesto a que cualquiera pueda robarte, matarte, etceterearte, y lo más seguro es que nunca nadie haga nada por ti -y mucho menos justicia, wathever that means.

No vivo en miedo permanente, al menos no todavía; por lo que vi y oí en el MP, la verdad es que tuvimos suerte. Pero ahora vivo con la espantosa conciencia de que estamos solos.

Y esto no puede, no debería ser así.