Así me encuentro, a las 11 de la mañana en medio de un frondoso bosque, a no más de 100 metros del Periférico de la Ciudad de México, oyendo tambores sincopados a cuyo ritmo bailan unas tahitianas:
Muy muy loco. Amablemente me dieron una dotación de bebidas, que entre sus efectos no se encuentra el de hacer aparecer a las tahitianas. Lástima.
Y así termina una reseña más de las innumerables cosas que pueden ocurrir en esta ciudad mientras uno está, no sé, sentado en una oficina leyendo un blog.
PD. Las bebidas ya se acabaron. Manden más en cuanto puedan :P
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